jueves, 27 de octubre de 2005

Soñar un mundo cristiano


Soñar un mundo cristiano

Mirar para la Alcaldesa y no ponerse a soñar, mirarla a la cara y no emocionarse, no parece que sea, entre los comportamientos comunes de los hombres, el mas habitual. Y, si a quien uno mira es, a la vez, madre, no veas la de cosas que uno puede llegar a imaginar.
Por eso, quiero hacer esta noche un ejercicio de imaginación sobre mi pueblo de Los Silos, y sobre cada uno de los silenses, protegidos y honrados por la que es, desde hace 50 años de manera oficial, y casi 500 de manera real, la Alcaldesa Honoraria y Perpetua de esta Villa, la Villa de la Luz, como a mi me gusta llamarla.
¿Cómo sería mi pueblo, si la Alcaldesa fuera ella? O mejor, ¿cómo le gustaría a ella que fuéramos y viviéramos los hijos de los Silos?
Un pueblo que tiene a la Virgen como Alcaldesa, tendría que ser un pueblo que huye de la vulgaridad y de la apatía como se huye del fuego y del granizo.
Un pueblo que tiene a la Virgen de la Luz como Alcaldesa, tendría que ser un pueblo que ame a la familia, que valore el vínculo matrimonial como lazo estrecho de amor y fidelidad, bendecidos por Dios.
Un pueblo que tiene a la Virgen de la Luz como Alcaldesa, tendría que ser ejemplo de sanas costumbres, esas que hemos heredado de nuestros antepasados y que han logrado que nos podamos presentar ante quien sea y donde sea, presumiendo de ser silenses, sin que se nos caiga la cara de vergüenza.
Un pueblo que tiene a la Virgen de la Luz como Alcaldesa, tendría que ser... un pueblo que tuviese el amor como punto de referencia de todas las decisiones. En el que todo nacería de la Eucaristía, porque es la Eucaristía el exponente máximo del amor. La misa sería el centro de la vida de cada silense, de cada familia, del mundo del trabajo, del mundo de la docencia, del mundo de la política, y del mundo de la sanidad. Todos acudirían a celebrar con amor el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. La semana recibiría luz y sentido desde la experiencia dominical, desde el Evangelio escuchado y el amor recibido en el momento íntimo, profundo, eclesial, de la comunión eucarística.En este pueblo soñado no habría odios, ni enfrentamientos políticos, ni viejos rencores. Alguna discusión se escaparía, quizá un rato de rabia, pero el perdón cubriría todo, y la justicia reinaría en lo más profundo de cada corazón.Los esposos se amarían, sin egoísmos, sin celos. Ella pensaría en hacerle feliz a él, y él no se dejaría ganar en generosidad. Acogerían con amor cada hijo que Dios les concediese. También si viene enfermo, también si va a significar un mayor esfuerzo para toda la familia.
Un pueblo que tiene como Alcaldesa a la Madre de Dios, no olvidaría a los abuelos: irían a visitarlos, los invitarían a casa, les darían un lugar principal en el hogar. Educarían a los hijos a la alegría, a la esperanza, a la ayuda mutua, a la donación a los demás. No permitirían imágenes o escenas en televisión que hablen de odio, traición, infidelidad o placeres egoístas.Sigamos soñando, porque soñar no cuesta nada.
Los hijos obedecerían con cariño, pensarían cómo hacer más feliz a sus padres, se ayudarían entre sí, trabajarían juntos para el bien de la familia. Escucharían con afecto a los abuelos, buscarían ratos para estar con ellos. Irían a visitar a los ancianos que viven solos, a los enfermos que pasan horas y horas en espera de alguien que les dé consuelo. Los ancianos harían todo lo posible para no exasperar a sus hijos. Buscarían mil maneras ingeniosas para ayudar con discreción y ofrecer esa sabiduría madurada con el paso de los años y los ratos de oración ante el Sagrario.
En un pueblo en el que la Alcaldesa es la Virgen del cielo, las viviendas no serían bloques de existencias aisladas en las que el saludo se cruza solamente desde la ventana o la escalera. Cada vivienda sería una comunidad de afecto en las que todos pensasen en el vecino anciano, en el vecino enfermo, en el que necesita un poco de aliento para esa pena que le acongoja.En un pueblo en el que la Alcaldesa es la Madre del creador, los jefes, los encargados, las gobernatas... evitarían cualquier abuso, cuidarían que el salario fuese justo, pensarían en las familias de sus joranleros y buscarían mil maneras ingeniosas para ayudar sin ofender al que se encuentra en una situación difícil. Los empleados, obreros, oficinistas, respetarían a sus jefes, buscarían cómo hacer más fácil la tarea directiva. El salario que llegase a sus bolsillos sería para la familia, y sólo en familia verían cómo hacer que ese dinero ayudase a los de casa y a los de lejos (sin olvidar antes a ese vecino que pasa por un problema de escacez).En un pueblo en el que la Alcaldesa es la Virgen María, los empresarios no vivirían sólo para acumular dinero, vencer a la competencia y dominar el mercado. Su ilusión sería dar más trabajo, con mejor seguridad, en un clima de amor y de respeto.
En un pueblo en el que la Alcaldesa es la Virgen María, los médicos y enfermeras amarían a los enfermos, se preocuparían por ellos. Verían en cada uno a Cristo sufriente, y los tratarían como a hermanos, sin quejas, sin prisas, sin protestas. Los enfermos, a su vez, ofrecerían sus dolores a Dios por tantos hombres y mujeres que no tienen esperanza, que no aman, que no conocen el sentido de la vida ni la belleza de sus almas. Los enfermos sabrían esperar, con paciencia, la llegada de su turno, y algunas veces intentarían hasta consolar al mismo médico que llora su impotencia ante algún caso grave.En un pueblo en el que la Alcaldesa es la Virgen María, los políticos serían transparentes, trabajarían por el bien del pueblo, de los pobres, los marginados, los enfermos... anteponiendo estos ideales a los del partido. Harían maravillas para que el enfermo fuese bien atendido, la familia bien protegida, para que el joven no se estropee, para mejorar las calles, para hacer que los parques y el aire limpio alegrasen la vida de los pequeños, los medianos y los grandes.
Un pueblo que se goza con tal Alcaldesa, tendría también un pastor que apaciente al rebaño del Señor con toda eficacia, con toda madurez, buscando siempre los mejores pastos y las fuentes de aguas mas cristalinas.
Un pueblo que tiene a la Virgen de la Luz como Alcaldesa, tendría que ser... tendría que tener...
Hemos soñado un poco.
Pero, llega la hora de despertar, de mirar afuera, a la realidad, y de encontrar los males de siempre y las penas que no acaban. Quizá condenemos a aquel que presume de cristiano pero vive como pagano, o a quel otro que va a misa y luego... o al político que... o al cura aquel que... Quizá nos quejemos incluso ante Dios por un mundo que pudo haber sido un poco mejor, más justo, más llevadero... y no lo es.Haríamos bien en no juzgar, ni a Dios ni al hermano. Tendríamos que mirar adentro, a ese corazón nuestro, de cada uno, que muchas veces sueña el bien y no lo hace, que se ilusiona con lo noble y sin embargo persigue luego un placer amargo o unos dineros ganados a escondidas...Sabemos que el sueño, sueño es, pero puede ser menos sueño si ahora mismo dejo ese proyecto de egoísmos apatía y empiezo a mejorar mi cariño aquí, en la iglesia, en casa, entre los míos. O allá, entre la gente con la que viajo, en el lugar donde trabajo, en ese encuentro fortuito con alguien que también espera este día, para ser, de veras, más cristiano, más bueno, mejor persona. Así podremos imitar un poco a esta Alcaldesa bonita que es la madre de un pueblo, la madre de mi pueblo de la Luz, mi pueblo de Los Silos. Y a ese Padre bueno de los cielos que no ha dejado ni un día de amarnos con locura, porque seguimos siendo sus hijos predilectos... Viva la Virgen de la Luz.