Nuestra Señora de Fátima
Fátima es otro gesto de amor de la Virgen María, la Madre de Dios, hacia nosotros, sus hijos del tercer milenio. Si bien las apariciones se dieron lugar en las primeras décadas del siglo XX sigue siendo muy actual el mensaje que nos dejó por medio de aquellos tres pastorcitos portugueses: la conversión de nuestros corazones.
La situación del año 1917 era conflictiva: plena guerra mundial, la revolución que cambiaría la historia de Rusia y del resto del mundo era inminente... y es este contexto en el que la Virgen decide visitar cerca del pueblo de Fátima, a tres chicos campesinos: Lucía, Francisco y Jacinta, tres chicos menores de diez años. Tres chicos analfabetos y con una instrucción religiosa básica, pero con un cariño por las cosas de Dios, con una actitud misteriosamente grande frente a lo sobrenatural.
Antes de aparecérseles la Virgen, Dios quiso prepararlos con la visión de un ángel: él mismo los invitaba a la conversión, a adorar y a amar a Cristo por todos aquellos que no lo hacían.
Pero sus vidas cambiarían definitivamente el 13 de mayo de ese año. Era un domingo y, después de ir a misa con sus padres, llevaron a pastar las ovejas a un terreno perteneciente a la familia de Lucía. Allí jugaron durante un rato hasta que algo extraño sucedió. Contó Lucía más tarde:
«-Está relampagueando- dije. Puede venir una tormenta. Es mejor que nos vayamos a casa.»
-¡Oh, sí, esta bien! contestaron mis primos.
Comenzamos a bajar el cerro llevando las ovejas hacia el camino. Cuando íbamos por mitad de la pendiente, cerca de una encina, que aun existe, vimos otro relámpago, y habiendo dado algunos pasos mas vimos sobre la encina una Señora vestida de blanco, más brillante que el sol, esparciendo luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina atravesado por los rayos mas ardientes del sol. Estábamos tan cerca que quedamos dentro de la luz que Ella irradiaba. Entonces la Señora nos dijo:
-«No tengáis miedo. No os hago daño».
-Yo le pregunté: ¿De dónde es usted?
-«Soy del Cielo».
-¿Qué es lo que usted me quiere?
-«He venido para pediros que vengáis aquí seis meses seguidos el día 13 a esta misma hora. Después diré quien soy y lo que quiero. Volveré una séptima vez».
-Pregunté entonces: ¿Yo iré al cielo?
-«Si irás»
-¿Y Jacinta?
-«Irá también»
-¿Y Francisco?
-«También ira, pero tiene que rezar antes muchos rosarios»
(...)
Y entonces dijo:-«Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que El quisiera enviaros como reparación de los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?»
-Sí, queremos.
-«Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios os fortalecerá»
Diciendo esto la Virgen abrió sus manos por primera vez, comunicándonos una luz muy intensa que parecía fluir de sus manos y penetraba en lo mas intimo de nuestro pecho y de nuestros corazones, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios, más claramente de lo que nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces, por un impulso interior que nos fue comunicado también, caímos de rodillas, repitiendo humildemente:
-Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento.
Después de pasados unos momentos Nuestra Señora agregó:
-«Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra».
Acto seguido comenzó a elevarse serenamente, mientras la luz que la circundaba parecía abrirle el camino.
Al mes siguiente los pastorcitos no faltaron a la cita de honor, pero esta vez no estaban solos:
«Después de rezar el rosario con otras personas que estaban presentes (unas 50) vimos de nuevo el reflejo de la luz que se aproximaba, y que llamábamos relámpago, y en seguida a Nuestra Señora en la encina, todo como en mayo. -¿Qué es lo que quiere? -pregunté
-«Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el rosario todos los días y que aprendáis a leer. Después diré lo que quiero además»
-Le pedí la curación de una enferma. Nuestra Señora respondió:
-«Si se convierte se curará durante el año»
-Quisiera pedirle que nos llevase al cielo.
-«Si, a Jacinta y a Francisco los llevaré en breve, pero tu te quedarás algún tiempo mas. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien le abrazare prometo la salvación y serán queridas sus almas por Dios como flores puestas por mi para adornar su Trono.»
En ese momento abrió las manos y nos comunicó por segunda vez el reflejo de la luz inmensa que la envolvía. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se eleva hacia el cielo y yo en la que se esparcía sobre la tierra. Delante de la palma de la mano derecha de nuestra Señora estaba un corazón rodeado de espinas que parecían clavarse en él. Entendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecadores.
Como aquella vez, en todas las apariciones la Virgen fue solicitando a los pastorcitos el rezo del Rosario y la reparación de los pecados cometidos contra Dios y contra el Inmaculado Corazón de María.
En la última visita, el 13 de octubre de 1917, se confirma de un modo milagroso que las apariciones tenía el sello de Dios:
«Había gente en masa (70.000) bajo una lluvia torrencial. Por el camino, las escenas del mes pasado, más numerosas y conmovedoras. Ni el barro de los caminos impedía a la gente arrodillarse en actitud humilde y suplicante.
Llegando a Cova de Iría, junto a la encina, pedí al pueblo que cerrasen los paraguas para rezar el Rosario. Poco después vimos el reflejo de luz y en seguida a la Virgen sobre la encina.
-¿Qué es lo que usted quiere?
-«Quiero decirte que hagan aquí una capilla en honor mío, que soy la Señora del Rosario, que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra esta acabándose y los soldados pronto volverán a sus casas.»
-¿Curará a los enfermos?
-«Unos si y otros no; es preciso que se enmienden; que pidan perdón de sus pecados.
Tomando aspecto más triste dijo: -«Que no se ofenda mas a Dios Nuestro Señor, que ya es muy ofendido.»
Y abriendo sus manos las hizo reflejar en el sol y, en cuanto se elevaba, continuaba el brillo de su propia luz proyectándose en el sol.
Y exclamé que todos mirasen al sol. La lluvia cesa y el sol por tres veces gira sobre si mismo, lanzando a todos los lados fajas de luz de variados colores. Parece a cierta altura desprenderse del firmamento y caer sobre la muchedumbre. Todos están atónitos. Los periodistas de los periódicos que habían acudido incrédulos a desprestigiar las apariciones, tomaron fotos y dieron testimonio de aquel milagro en la prensa.
Al cabo de 10 minutos de prodigio el sol toma su estado normal. El milagro del sol implantó para siempre el culto a Nuestra Señora de Fátima. Pablo VI definió el mensaje de Fátima como un mensaje de «oración y penitencia».
Las apariciones de la Virgen en Fátima nos pone de nuevo frente al misterio del Amor de Dios que quiso que su Hijo nos salvara y que Santa María intercediese por cada uno de nosotros. Por eso Fátima es un regalo del Cielo, una forma cariñosa de Nuestra Madre para que aprendamos a ver el mundo con los ojos de Dios, a comprender que debemos empezar con confianza, seriedad y alegría nuestra misión en la tierra y no perder nunca la mirada en la Eternidad.